viernes, 9 de marzo de 2012

¿POR QUÉ PREDICAR Y ENSEÑAR?


¿POR QUÉ PREDICAR Y ENSEÑAR? 

                      Por Fran Schmidt 

La vez pasada, se tocó el tema de la perspicuidad de las escrituras, la enseñanza bíblica de 
que cada creyente puede sacar provecho espiritual de las Escrituras. Puede ser que, al 
reflexionar sobre esta enseñanza, surja una duda: "Si Dios bendice las Escrituras y si cada 
creyente puede sacar provecho de ellas, ¿dónde cabe la predicación y enseñanza de la 
Palabra? ¿Por qué hay que predicar y enseñarla? 

Por supuesto, desde la antigüedad Dios ha ocupado a los seres humanos que lo conocen 
para ser sus voceros a los demás. Entre muchas razones que Dios usa la enseñanza y la 
predicación no obstante la perspicuidad de las Escrituras, se pueden mencionar dos. 

Alguien una vez dijo que la buena predicación era "la verdad expresada a través de la 
personalidad del predicador." Otro comentó que la mejor manera de preparar un sermón era 
estudiar un texto y orar sobre ello hasta que Dios realmente sacudiera su vida con esa 
verdad. Así que, una razón por la que Dios usa la predicación y enseñanza es por la 
dinámica de una vida transformada. Dios quiere que un maestro o predicador realmente 
aplique una verdad bíblica a su propia vida y de ahí que el predicador con el poder y la 
convicción de su propio ejemplo anime a los demás a aplicar la misma verdad bíblica a sus 
vidas. 

Por ejemplo, un tubo de PVC puede pasar agua de un lugar a otro. Un árbol hace lo mismo, 
ya que las raíces chupan agua del suelo y la llevan a las hojas. Sin embargo, hay un enorme 
contraste entre el tubo y el árbol: el agua pasa a través del tubo sin que haya cambio alguno 
en el tubo; sin embargo, en el caso del árbol, el flujo del agua cambia al árbol, produciendo 
crecimiento y vida. Dios no quiere que seamos nada más que trasmisores de información. 
Dios quiere que la palabra transforme nuestra vida y que así prediquemos con convicción 
desde nuestra propia experiencia.  

Otra razón es que Dios usa la predicación para que el predicador o maestro sirva como 
puente entre el texto bíblico con su trasfondo en el mundo antiguo y la audiencia que está 
viviendo en el mundo moderno. Si bien cada creyente puede sacar provecho de las 
Escrituras, hay que reconocer que hay retos para entenderlas bien y aplicarlas a la vida 
moderna. Las Escrituras fueron escritas en otros idiomas diferentes al castellano, en medio 
de culturas y costumbres diferentes a las nuestras, con referencias a lugares geográficos que 
a lo mejor una congregación moderna no conoce. ¡No es de extrañar que haya textos que 
son muy difíciles de entender! 

También hay que entender un texto de la Biblia en su contexto inmediato (o sea, los 
versículos inmediatamente antes y después), en su contexto remoto (otros versículos en el 
mismo libro que tocan el mismo tema), a la luz de referencias cruzadas (textos a través de 
toda la Biblia que tocan el tema) y a la luz de la enseñanza general de la Biblia. 

Un maestro o predicador entre mejor maneje estas cosas, más capaz será en dar una buena 
exégesis de un texto. Sin embargo, entender bien el texto es cruzar el puente sólo hasta la 
mitad. Para una buena exposición de la palabra no basta sólo entender la Biblia. También hay que entender a la audiencia. Hay que hacer una exégesis de las personas con quienes 
uno va a estar compartiendo la Palabra, porque sólo así va a poder aplicar bien las 
Escrituras a la vida de ellas.  

Pensando en las personas que están bajo su ministerio, ¿cuáles son sus fuertes y sus 
debilidades? ¿Sus dones espirituales? ¿Sus valores? ¿Su historia personal? ¿Su vida 
familiar? En su trabajo, ¿cuáles tentaciones o retos enfrentan? ¿Cuáles son los pecados de 
la cultura en que viven? 

Por supuesto, si el único contexto en que uno ve a alguien es el domingo en la mañana, será 
muy difícil conocerlo más que superficialmente. Por eso, hasta lo posible, es bueno buscar 
otras oportunidades para pasar tiempo con las personas a quienes uno ministra. Visítelos en 
sus casas y si es posible en su trabajo. Pase tiempo informal con ellos. Escúchelos, 
obsérvelos, ámelos y ore por ellos. 

Muchas veces cuando la gente en la congregación tiene un encuentro con Dios durante la 
predicación, es porque el predicador con mucho esmero y oración ha hecho un buen trabajo 
de "puente". 

Que seamos fieles enseñando la palabra de Dios.

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