miércoles, 4 de abril de 2012

edificando la fe .obolog.com

Antes que el día
 decline
Rev. Luis M. Ortiz
La misión de la iglesia son las misiones. Su tarea suprema es la evangelización.
Únicamente para esto ha sido dejada en el mundo, empero no significa convertir al mundo, pues esto no se logrará en esta dispensación. No se nos ha ordenado a traer el mundo a Cristo, sino más bien a traer a Cristo al mundo. Puesto que esta es nuestra encomienda, jamás deberíamos desviarnos hacia menores metas y proyectos secundarios.
Permitamos que la Iglesia utilice todos sus hombres y sus miedos en la tarea para la cual ha sido comisionada, esto es, “que el arrepentimiento y el perdón de pecados sea predicado en Su nombre en todas las naciones” (Marcos 16:15).
Jesús dijo: “Me seréis testigos” (Hechos 1:8). Esa es la responsabilidad de cada creyente. ¡Cada creyente es un testigo! Cada cristiano tiene la responsabilidad de hacer trabajo evangelístico y esa responsabilidad no tiene límites. Todo cristiano debe estar siempre listo para dar su testimonio en cualquier tiempo y en cualquier lugar. Cada cristiano tiene la responsabilidad de hacer llegar el Evangelio a todo el mundo. Quien no pueda ir personalmente, tiene que enviar a otro en su lugar. Y es aquí donde el creyente ha fallado: que al no ir tampoco ha enviado a otro en su lugar, y por eso, más de la mitad de la población del mundo, jamás ha oído el Evangelio.
Es evidente que estamos en el final del tiempo señalado a la Iglesia por el Señor para el cumplimiento de su tarea, y el trabajo que debió haber sido hecho a través de los siglos, ahora hay que acelerarlo antes que el día decline del todo.
Este espíritu de urgencia es el que nos anima a ir por todo el vasto mundo llevando el mensaje de salvación, y es el que nos mueve a llamar al corazón del pueblo de Dios, para que todos nos percatemos de las sombras de la noche que ya se avecinan, y aprovecharemos el breve tiempo que nos resta para realizar la más grandiosa labor de la historia en el más corto tiempo posible. “La noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).
Si su corazón late con más intensidad al pensar en los centenares de millones de vidas en el mundo que aún no han conocido camino de paz, que sus veredas son torcidas, que han esperado luz y no tienen luz, que palpan la pared como ciegos, que tropiezan al mediodía como de noche, que gimen lastimeramente como palomas, que han esperado salvación y aún está lejos (tan lejos como esté usted); y si el Espíritu Santo le impele a usar el máximo de sus recursos en un esfuerzo misionero, entonces yo le exhorto a cooperar en estos modestos esfuerzos del Movimiento Misionero Mundial, y participe en este avance final para ganar almas para Cristo antes que el día decline.
Alegrémonos en Jehová

¿Por qué?


¿POR QUÉ? Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? Éxodo 14:11. 
A Marina le gustaba salir a caminar todos los días temprano, por la mañana. No lo hacía solo por su salud: esa rutina de andar una hora por el parque de la ciudad, además de reportarle un beneficio físico tremendo, también le traía paz, alegría, y le daba una oportunidad para meditar. Le fascinaba ver los frondosos árboles, a ambos lados del camino; el riachuelo, que se deslizaba como una serpiente, a su lado derecho; los primorosos jardines, bien cuidados... en fin. No se cansaba de mirarlos. Pero, aquella mañana, nada de eso parecía tener importancia, porque en sus oídos resonaban, con fuerza, las palabras llenas de ingratitud de su mejor amiga. ¿Alguna vez te has sentido incomprendido por personas a quienes extendiste la mano en un momento de necesidad? Peor todavía, ¿fueron ingratos contigo? Si ya pasaste por una experiencia parecida, tal vez logres entender cómo se sentía Moisés ante la actitud rebelde y contumaz de aquel pueblo ingrato. Moisés solo había querido ayudarlos: Dios le había ordenado libertar a aquel pueblo de la esclavitud de Egipto, y él había aceptado el reto, a pesar de conocer las dificultades que encontraría en el camino. Pero ahora, frente al menor obstáculo, aquel pueblo ingrato acusa al líder de haberlo traído al desierto para morir. ¿Cómo te sentirías tú, en el lugar de Moisés? Necesitas saberlo porque, mientras peregrines en el desierto de esta vida y tengas una misión que cum­plir, enfrentarás muchas veces a personas ingratas, que te herirán sin piedad. No te desanimes; continúa cumpliendo tu misión. La ingratitud es parte de la vida en este mundo; es la amnesia del corazón que ha perdido el camino de los sueños. Dicen los psicólogos que la necesidad de reconocimiento es una de las necesidades básicas del ser humano; es posible. Pero, si deseas llegar a la tie­rra prometida de tus sueños, tienes que llenar ese vacío con la presencia de Jesús en tu vida; de otro modo, serás parte de los cadáveres que yacen en el desierto. Levanta la cabeza, y sal hoy, para enfrentar tus responsabilidades, sin esperar gratitud de los seres humanos, motivado únicamente por el deseo de servir. Y recuerda: "Dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto?"

PROCURAD PAZ CON TODOS


Vigilando el Camino
Rev. Rubén Rosas
Aquellos que una vez conocieron la verdad y vuelven atrás, las cosas postreras serán peores que las primeras. Hemos conocido grandes predicadores de la Palabra que hoy son despojos humanos, porque dieron la espalda a la verdad, rechazaron todo y echaron a la basura las verdades eternas.

“Subió destructor contra ti; guarda la fortaleza, vigila el camino, cíñete los lomos, refuerza mucho tu poder.” Nahum 2:1.
El libro del profeta Nahum nos habla sobre la visión que este tuvo de la destrucción de Nínive y el imperio Asirio. 100 años antes Dios permite que Jonás, otro profeta llegara a Nínive.
El contenido del libro de Nahum se compone de solo tres capítulos porque contiene una visión sobre una nación. La destrucción de esta nación por causa de su vida pecaminosa, violenta, sin amor, sin compasión; una nación completamente sanguinaria. Cuando ellos ganaban la guerra y llevaban cautivos, era para hacer alarde de fuerza y poder; los maltrataban, los desollaban vivos y los colgaban de la pared para que el sol candente los secara paulatinamente, y así murieran. A pesar de su vida pecaminosa, Dios siempre da una oportunidad al pueblo para que este le conozca.
La forma que llegó Jonás a Nínive, fue milagrosa. Nínive estaba a bastantes millas tierra adentro desde donde Jonás fue vomitado por el pez. Jonás llegó, no con un mensaje de misericordia, sino con un mensaje compuesto por una sola frase: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” (Jonás 3:4). Y de esta manera predicó hasta que la notica llegó al palacio.
Cuando el rey se enteró del pregón “se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. ¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?” (Jonás 3:6-9). Aquel mensaje era contundente, no había tregua ni tiempo para decir qué hacer.
Si los hombres reaccionaran a la Palabra de Dios, este mundo sería un Edén. Pues, ¿desde cuándo se predica sobre el amor de Cristo? A este mundo se le ha dado muchas oportunidades en todos los tiempos para que todos conozcan a Cristo y reconozcan quién es el Salvador. Pero los hombres no quieren aceptar a Cristo como el Salvador; al que no se puede llegar mediante intermediarios. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).
La generación que tuvieron la experiencia de conocer a Jehová por la predicación de Jonás, comenzaron a dejar sus prácticas y el paganismo. Se complacieron en conocer a Jehová pero no supieron transmitirles a sus hijos ni a la segunda generación de quién era Dios. Cuando el rey murió y vino otro rey, volvieron al paganismo. Nínive volvió nuevamente a sus prácticas, pensando que era la nación más poderosa y que no había gobierno ni nación que se mantuviera en pie de guerra ante ellos, sino que Jehová les había dado la espada para acabar con todos.
Aquellos que una vez conocieron la verdad y vuelven atrás, las cosas postreras serán peores que las primeras. Hemos conocido grandes predicadores de la Palabra que hoy son despojos humanos, porque le dieron la espalda a la verdad, rechazaron todo y echaron a la basura las verdades eternas. Pero nosotros sabemos lo que hemos adquirido, por tanto, somos, fieles, permanecemos firmes trasmitiendo la verdad de la Palabra  a otros. Tenemos que trasmitir el temor a Jehová desde que los niños están en el vientre. El que mi casa y yo seamos salvos no significa que hay una herencia que lo reciban los hijos, sino que una bendición que llegó a la casa porque papá y mamá aceptaron a Cristo como Salvador personal y ahora los padres trasmiten a los hijos todo el bien que han recibido.
Tenemos un enemigo, que es enemigo nuestro porque lo es de Dios y del plan divino de redención, quien ya conocía acerca del plan de redención y que vendría el Hijo de Dios al mundo a rescatar al género humano. Si hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador personal, hemos sido asegurados, por tanto, seamos fieles y no cojamos las cosas del Señor como un juego. Para los que tememos y guardamos la fidelidad en Dios, se hace una realidad en el libro de Nahum 1:7, leemos: “Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia”. ¿A dónde acudes en el día de la angustia?
“Pacientemente esperé a Jehová y Él me oyó”; para esperar hay que ser paciente. En el día de la angustia llegaron las cartas que angustiaban más a Ezequías, pero se fue al lugar donde debía ir, allí de rodillas, a la presencia de Jehová. La fortaleza la guardamos cuando cumplimos con nuestros compromisos y deberes para con el Señor: orando, velando, ayunando, leyendo la Palabra, no dejando de congregarnos como muchos tienen por costumbre, que se enojan por tonterías, y terminan buscando otro lugar para congregarse. Muchos se extravían porque no están vigilando el camino. Por eso “vigila el camino, cíñete los lomos, refuerza mucho tu poder.” (Nahum 2:1).
El poder de la Iglesia no estriba en el número de personas que económicamente están bien, ni en el número de creyentes que tengan algún tipo de profesión, tampoco estriba en nada de lo que el hombre piensa que es algo aquí abajo, sino en todo aquello que viene de lo alto. “Cíñete los lomos, refuerza mucho tu poder… Jehová es bueno, fortaleza en el día la angustia; y conoce a los que en Él confían.” (Nahum 2:1, 7). Dios le bendiga.

Clavados en la cruz 

quedaron mis pecados 




Me pregunto, Oh Señor,
cuántas veces al trabajar
en tu oficio de carpintero,
tu muerte pensabas al clavar.

 
Tú, por ser Dios conocías
cada detalle que acontecería
¡Qué gran dolor sentirías
al clavetear esas tablas frías!

 
Sentirías tu sangre brotar
de tus manos traspasadas
y en el fondo un gozo sin igual
por las vidas con esa sangre compradas.

 
Pero también habría salvación
con sufrimiento y agonía
pues clavados en la cruz
nuestros pecados quedarían.
 
          Por Mery Bracho

ACRÓSTICO: 
JESÚS VIVE


Jesús Vive, creemos que un día murió por nosotros pero hoy vive para dar vida a todos los que crean en él. Este acróstico resume lo que vino a hacer Jesús y que viene por nosotros otra vez.



Jesús, bendito nombre
Eterno y divino
 
Sin igual y por mí vino
 
Único para salvar al hombre
 
Soberano reina, es el camino.
 
Vive, es maravilloso,
 
Importantísimo es seguirle.
 
Viene muy pronto glorioso,
 
Esperanza es para sus dichosos.
 
     
  ¡ JESÚS VIVE !
 

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 Una maestra
 marcó la 
diferencia
¿Por qué fue que estos hombres, que habían vivido en un criadero del crimen, habían tenido tan sorpresivamente buen comportamiento? A los investigadores se les dijo una y otra vez: “Bueno, había una maestra…”
Hace años un profesor de la Universidad John Hopkin asignó a un grupo de estudiantes graduandos la siguiente tarea: vayan a los tugurios. Tomen a 200 muchachos entre las edades de 12 y 16 años e investiguen su trasfondo y ambiente. Luego predigan sus oportunidades para el futuro.
Los estudiantes, tras consultar las estadísticas sociales, hablar con los muchachos y copilar mucha data, concluyeron que el 90 % de ellos pasarían algún tiempo en prisión.
Veinticinco años después a otro grupo de estudiantes graduandos se le asignó la tarea de probar la predicción. Volvieron a la misma área. Algunos de los muchachos –para entonces hombres– todavía estaban allí, unos pocos habían muerto, algunos se habían mudado, pero se pusieron en contacto con 180 del grupo original de 200. Descubrieron que solo cuatro del grupo habían sido enviados a la cárcel.
¿Por qué fue que estos hombres, que habían vivido en un criadero del crimen, habían tenido tan sorpresivamente buen comportamiento? A los investigadores se les dijo una y otra vez: “Bueno, había una maestra…”
Ellos insistieron y descubrieron que en el 75 % de los casos se trataba de la misma mujer. Los investigadores visitaron a esta maestra que ahora residía en un hogar para maestros jubilados. ¿Cómo había logrado ejercer tan sorprendente influencia sobre ese grupo de muchachos? ¿Podría ella darles alguna razón por la que estos muchachos todavía la recordasen?
“No”, dijo ella, “realmente no podría”. Y entonces, meditando sobre todos esos años, dijo graciosamente, más para sí misma que para sus interrogadores: “Amé a esos muchachos…”
Un gesto, una palabra, un toque, un abrazo o simplemente mirar a los ojos alguien mientras habla, puede marcar la diferencia. Tú has sido puesto en este mundo para hacer la diferencia.
“El odio despierta rencillas; pero el amor cubrirá todas las faltas.” Proverbios 10:12.
“Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio.” Proverbios 15:17.
“Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían.” Cantares 8:7.