sábado, 28 de abril de 2012

SENTADOS CON JESUS


SENTADOS CON JESUS
Según Pablo, nosotros los que creemos en Jesús, hemos sido resucitados de nuestra muerte espiritual y estamos sentados juntos con él en los lugares celestiales. “Aun estando nosotros muertos en pecados, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo… juntamente con él nos resucitó y así mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” Efesios 2:5-6).

¿Dónde está este lugar celestial donde estamos sentados con Jesús? No es otra cosa que el mismo lugar del trono de Dios – el trono de la gracia, la habitación del Todopoderoso. Dos versos más tarde nosotros leemos sobre cómo fuimos llevados a este lugar maravilloso: “Por que por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (2:8).

Este lugar del trono es la sede de todo el poder y dominio. Es el lugar donde Dios gobierna sobre todos los principados y poderes, y desde donde reina sobre los asuntos de los hombres. Aquí en la sala del trono, él monitorea cada movimiento de Satanás y examina cada pensamiento de los hombres.

Y Cristo está sentado a la diestra del Padre. Las Escrituras nos dicen, “Todas las cosas fueron hechas por él” (Juan 1:3). Y, “En él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad” (Colosenses 2:9). En Jesús reside toda la sabiduría y paz, todo el poder y fortaleza, todo lo necesario para vivir una vida victoriosa y fructífera. Y se nos ha dado acceso a todas esas riquezas que están en Cristo.

Pablo nos está diciendo, “Tan seguramente así como Cristo fue resucitado de los muertos, hemos sido resucitados por el Padre. Y así de seguro como Cristo fue llevado al trono de la gloria, nosotros hemos sido llevados con él a ese mismo lugar glorioso. Porque nosotros estamos en él, es que estamos también donde él está. Ese es el privilegio de todos los creyentes. Significa que estamos sentados con él en el mismo lugar celestial donde él habita.”

Pablo dice que todas las bendiciones espirituales son otorgadas en la sala del trono. Todas las riquezas de Cristo están disponibles para nosotros allí: constancia, fortaleza, descanso, paz continua y en aumento. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3).

EL DELEITE 


DE DIOS






Dios no solamente ama a su pueblo sino que se deleita en cada uno de nosotros: El encuentra gran placer en nosotros. El es realmente bendecido en guardarnos y en librarnos.

Yo veo esa clase de placer paternal en mi esposa Gwen, cuando uno de nuestros nietos llama por teléfono. Ella se ilumina como un árbol de Navidad cuando está hablando con uno de sus nietos. Nada puede apartarla del teléfono. Aún si le dijera que el Presidente de la nación está en la puerta de nuestra casa, ella no me haría caso y seguiría hablando.

¿Cómo podría yo alguna vez acusar a mi Padre celestial de deleitarse menos en mí de lo que yo me deleito en mi propia prole? A veces mis hijos me han fallado, haciendo cosas contrarias a las que les he enseñado. Pero ni una sola vez he dejado de amarlos o de deleitarme en ellos. Así que, si yo poseo esa clase de amor que permanece y soy un padre imperfecto, ¿cuánto más nuestro Padre celestial nos ama a nosotros sus hijos?

Josué y Caleb se pusieron de pié en medio de la congregación de Israel y clamaron, “Si el Señor se deleita en nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará” (Números 14:8). Qué declaración tan simple y al mismo tiempo tan poderosa. Ellos estaban proclamando, “Nuestro Señor nos ama y se deleita en nosotros. Y él va a derrotar a cada gigante, por que él se deleita en hacerlo por nosotros. Así que no debemos de mirar a nuestros obstáculos. Debemos mantener nuestros ojos en el gran amor que el Señor tiene por nosotros”.

A través de todas las Escrituras leemos de que Dios se deleita en nosotros: “…Pero los perfectos de camino son su deleite” (Proverbios 11:20). “La oración de los rectos es su gozo” (Proverbios 15:8). “Me libró de mi poderoso enemigo…por que eran más fuerte que yo…me saco a lugar espacioso; me libró, por que se deleitó en mí” (Salmo 18:17-19).

Es absolutamente imperativo que nosotros creamos que Dios nos ama y que se deleita en nosotros. Entonces seremos capaces de aceptar que cada circunstancia en nuestra vida eventualmente nos demostrará la voluntad amorosa de nuestro Padre por nosotros. Emergeremos de nuestro desierto recostados sobre el amoroso brazo de Jesús. Y él cambiará nuestro lamento en baile.