Antes que el día
decline
Rev. Luis
M. Ortiz
La misión
de la iglesia son las misiones. Su tarea suprema es la evangelización.
Únicamente para esto ha sido
dejada en el mundo, empero no significa convertir al mundo, pues esto no se
logrará en esta dispensación. No se nos ha ordenado a traer el mundo a Cristo,
sino más bien a traer a Cristo al mundo. Puesto que esta es nuestra encomienda,
jamás deberíamos desviarnos hacia menores metas y proyectos secundarios.
Permitamos
que la Iglesia utilice todos sus hombres y sus miedos en la tarea para la cual
ha sido comisionada, esto es, “que el arrepentimiento y el perdón de pecados
sea predicado en Su nombre en todas las naciones” (Marcos 16:15).
Jesús
dijo: “Me seréis testigos” (Hechos 1:8). Esa es la responsabilidad de cada
creyente. ¡Cada creyente es un testigo! Cada cristiano tiene la responsabilidad
de hacer trabajo evangelístico y esa responsabilidad no tiene límites. Todo
cristiano debe estar siempre listo para dar su testimonio en cualquier tiempo y
en cualquier lugar. Cada cristiano tiene la responsabilidad de hacer llegar el
Evangelio a todo el mundo. Quien no pueda ir personalmente, tiene que enviar a
otro en su lugar. Y es aquí donde el creyente ha fallado: que al no ir tampoco
ha enviado a otro en su lugar, y por eso, más de la mitad de la población del
mundo, jamás ha oído el Evangelio.
Es
evidente que estamos en el final del tiempo señalado a la Iglesia por el Señor
para el cumplimiento de su tarea, y el trabajo que debió haber sido hecho a
través de los siglos, ahora hay que acelerarlo antes que el día decline del
todo.
Este
espíritu de urgencia es el que nos anima a ir por todo el vasto mundo llevando
el mensaje de salvación, y es el que nos mueve a llamar al corazón del pueblo
de Dios, para que todos nos percatemos de las sombras de la noche que ya se
avecinan, y aprovecharemos el breve tiempo que nos resta para realizar la más
grandiosa labor de la historia en el más corto tiempo posible. “La noche viene,
cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4).
Si su
corazón late con más intensidad al pensar en los centenares de millones de
vidas en el mundo que aún no han conocido camino de paz, que sus veredas son
torcidas, que han esperado luz y no tienen luz, que palpan la pared como
ciegos, que tropiezan al mediodía como de noche, que gimen lastimeramente como
palomas, que han esperado salvación y aún está lejos (tan lejos como esté usted);
y si el Espíritu Santo le impele a usar el máximo de sus recursos en un
esfuerzo misionero, entonces yo le exhorto a cooperar en estos modestos
esfuerzos del Movimiento Misionero Mundial, y participe en este avance final
para ganar almas para Cristo antes que el día decline.
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